Relato escrito por el cazador; (yo de acompañante filmando la experiencia)
"Salimos
pronto de casa, llegando a Balboa (León), pequeño pueblo cercano a Villafranca del
Bierzo, a la hora de la comida. Comimos en una palloza que es un restaurante,
donde la comida es abundante y contundente, en concreto comimos de primero,
arroz con botillo, un embutido tradicional de costilla y rabo de cerdo con ajo y pimentón cuyos orígenes son
romanos, luego codillo y de postre flan de castaña, fruto este con denominación
de origen propia y con una feria anual que se celebra en noviembre y que es
considerada una referencia para el sector.
Vimos
algunas pallozas, todas ellas reformadas y por la tarde llegamos a Villafranca.
Después de dar un paseo por el pueblo, visitamos Las Médulas, que francamente
nos gustó y mucho. Es el típico sitio que quieres ver pero por distintas causas
nunca vas. Mereció la pena.
Por
la noche cenamos en la casa de unos familiares en Puente Domingo Flores, regresando al hotel a eso de
las 12:00 pm.
A
las 6 arriba, desayunar, coger el coche y por una carretera de montaña mala
entre las malas y durante 20 Km. llegamos a Villar de Acero que es donde
habíamos quedado con el guarda, de nombre Fernando Alonso. Después de las
presentaciones y de mostrarle el permiso y licencia subimos en su vehículo y
pista arriba.
Realizamos
el recorrido totalmente de noche y llegamos a la cumbre cuando amanecía. Justo
en el momento de llegar vimos una rebeca con un cuerno roto, la hicimos la
entrada pero se nos escapó. Luego vimos varios machos y seguimos andando un
buen rato por todo el cordel, desde donde observamos a más de medio kilómetro,
un rebaño de solo hembras. Las entramos pero nos detectaron, y a
pesar de querer cortarles el camino, no las llegamos a ver. Eso sí, el sitio
donde las estuvimos esperándolas valió la pena.
A
la vista de esto y viendo que no aparecían nos pusimos en marcha, cambiando de
lugar. Nos dirigimos a un valle, donde Fernando me dijo que tenía localizado
unas cuantas. Y así fue. Al verlas me pidió que me acercarse y que tirase a una
determinada. Pero no sé, y yo soy de los que no me gusta justificarme, si por
el sitio donde estaba, el pie izquierdo le tenía sobre unos brezos y debajo de
estos no había nada, es decir el barranco, o porque puse muchos aumentos al
visor, el rifle es un monotiro y el visor un Zeiss
con diez y seis aumentos como máximo, yo le puse doce, el asunto es que
tiré y fallé. Estarían según el guarda a unos 180 metros.
Bueno,
pues a empezar de nuevo, pero cuando no habríamos andado ni cuatrocientos
metros, Fernando se tiró al suelo, reptó hasta el borde del cordel y justo
enfrente teníamos a otro rebaño, al menos había cuatro hembras. Me dijo
que tirase a la del enmedio, yo le contesté que mejor, al menos así me parecía,
a la debajo de todo, estaba más cerca y era más grande y encima la señalada por
él se estaba alejando, me dijo que no, así que apunté, baje el número de
aumentos, me apoyé bien, tiré y cayó. El tiro en el codillo.
Bueno
yo super contento, pero el guarda me dijo que no me felicitaba
hasta que no estuviésemos haciéndonos las fotos, pues no sea que la rebeca se
escapase. Yo no lo entendía, estaba el animal a unos 200 metros tendida, pero
en fin si él es así, ya me felicitará, pensé.
El
primero que llegó fue Fernando, y al ver la pieza
murmuró, que se había equivocado, era un macho. Al hombre se le cambió la cara,
le tuvimos que animar, le regalé una pulsera que llevaba, yo nunca las llevo
pero esta era distinta, ya que era una pulsera que se desenreda y se forma una
cuerda de diez metros. Al rebeco para hacerle las fotos le tuvimos que
mover hacia otro lugar. Llamó a la dirección de la Reserva, a contar lo que
había pasado. Se solucionó el tema.
El
rebeco no es de calidad, los cuernos median dieciseis centímetros de altura.
A
la una de tarde llegamos a Villar de Acero,(pertenece a Villafranca del Bierzo y tiene solo 55 habitantes, los
cuales todavía conservan el habla propia de estas tierras); durante el camino que anteriormente
hicimos de noche ahora lo estábamos viendo en su plenitud, era majestuoso, ¡que
montañas!, ¡que laderas! Pasamos cerca de Campo del Agua, donde aún se
conservan varias pallozas. Al llegar al pueblo nos despedimos y después de
comer en Villafranca cogimos la autopista llegando a casa a eso de las siete
de la tarde"